El martes pasado fuimos a la función de Navidad del colegio de Xergio. Es un colegio de educación especial, os podéis imaginar que los problemas de los niños que están allí son graves. Muchos tienes problemas motores y apenas pueden mover los ojos o los labios.
Ya hace cuatro años que vamos a esta función. Los dos primeros fueron duros, muy duros. Recuerdo que Lucía me decía que era como ver una función de “niños rotos” y tenía toda la razón. Ver cómo aparecían todos los niños haciendo lo que buenamente podían se nos hacía cuesta arriba y no disfrutábamos de verdad de la función.
No entendía nada.
No podía entender cómo los profesores, asistentes y demás personal se lo pasaban bomba con los chavales. Muchas veces aguantando los gritos histéricos, los saltos e incluso algún golpe bienintencionado, pero igual de doloroso. No entendía como para el colegio eso era una fiesta de verdad, una celebración. Tampoco entendía cómo los padres veían la función entusiasmados como si sus hijos recibiesen el premio Nobel.
Pero el año pasado algo hizo clic. Empecé a entender que no hay que ver la función como un ejemplo de lo que no puedes hacer, hay que ver la función y alegrarte de lo que los chavales pueden hacer. Entendí que hay que ver la función con los ojos de un niño, empapándote de lo que sucede, disfrutando de las canciones, fijándote en las capacidades y no en las disfunciones. Me di cuenta que el personal del centro vive un día estupendo ya que pueden enseñar a otros que tienen uno de los mejores trabajos del mundo. Entonces entiendes por qué en un colegio de educación especial los trabajadores sonríen, y están contentos. Porque los niños dan mucho más de lo que les damos.
Entendí que la función es realmente un ejemplo de superación, de cómo se puede llegar al límite de las capacidades. Esa es la esencia del espectáculo y este año lo pude disfrutar de verdad. Sergio apareció como paje de un rey mago. Intentó bailar un baile que no entendía en un acto que no entendía, pero lo hizo con todo el corazón, como todo lo que hace.
Gracias a todo el personal del Colegio Monte Abantos de las Rozas por la lección de vida.